Saludos, saluditos.
Vengo con un relatillo que, modestia aparte, es uno de los que mejores que he escrito (a mi juicio, obviamente). Creo que ya es hora de enseñarlo por aquí, aunque alguno de mis lectores ya lo haya leído.
Vamos a jugar a un juego...
Vamos a jugar a un juego, un juego en el que tus ojos son un sol, así que ábrelos y mira alrededor. ¿Lo ves? Has aprendido a ver las cosas de forma diferente. No todo es gris, solo tienes que cambiar tu forma de apreciar lo que te rodea.
¿Seguimos? Está bien; ahora tus lágrimas son la lluvia así que quiero apreciar el desierto en tus ojos, quiero mirar a tu pupila y ver pequeños oasis de felicidad deslizándose por las dunas que son tus mejillas.
¿Otra? Vale; tu sonrisa será la Luna y estaré esperando al ocaso para poder apreciarla entre las pecas de tu cara. O, mejor, ¿por qué esperar hasta la noche? Sonríe siempre, sonríe por la vida y no dejes que nadie te pare por nada.
Y, todo juego tiene un final, ¿verdad?. Pues este es diferente. Este tiene casilla de salida, pero carece de una de conclusión. ¿Hay alguna razón para esto? Claro que sí: tu alegría, tu sonrisa, tus ganas de vivir nunca van a terminar. No si yo estoy a tu lado y me encargo de ello en el día a día.