jueves, 16 de octubre de 2014

Recuerdos de verano.

  Vale, que ya llevo un año con el blog, jo. Muchas gracias a todos mis lectores, sin vosotros esto no sería posible.
  Siento haber estado desparecida durante más de dos meses, pero el verano da para mucho, y a partir de ahora intentaré ser más constante.

  Y cuando las hojas empiezan a caer todo el mundo se acuerda de esas tardes veraniegas en las que los rayos de sol bañaban las pieles de cientos de personas en las playas abarrotadas por turistas y ciudadanos que, durante unas semanas, compartirán urbanizaciones y paseos. Todo el mundo recuerda la sensación de la sal seca en la piel, el viento secándote el pelo mojado por el agua de mar y las risas que se escuchan ahí.

  Cuando las hojas se deslizan hacia el suelo, encajando en este como si de un rompecabezas se tratase, cuando el sol no tarda en desaparecer y ser sustituido por la luna, cuando las tardes se hacen cortas y las noches largas, todo el mundo echa de menos el ruido de las olas resonando en sus oídos una y otra vez, la brisa marina alborotando cabellos y las sonrisas blancas que contrastan con pieles morenas.

  Cuando todo vuelve a la rutina, a un orden normal, cualquiera echa de menos aquellos desayunos convertidos en comidas, aquellas tardes alargadas hasta la noche, aquellas noches alargadas hasta las madrugadas y así sucesivamente. Se extraña la sensación refrescante del helado recorriendo tu boca, deshaciéndose en tus labios, recorriendo la garganta y aportando el frío y el azúcar necesarios para seguir con el frenético desorden en el que el verano queda convertido.

  En definitiva, todo el mundo se ocupa tanto de extrañar al verano, que lo siguiente que harán, será extrañar al otoño.

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